Explosión Literaria

Pensar la literatura en relación con el arte, la fotografía y el cine puede ser un camino mágico que merece ser compartido.

Arturo, el mediador



Esta historia se remonta hace muchísimo años, en un pueblito yermo en el siglo 18 a.C., donde la guerra constante entre dragones y humanos era interminable. Pero, la inteligencia y astucia de un chico de 9 años, pudo cambiar esta historia para siempre... Arturo era un chico de tan solo 9 años, al cual le gustaba pasar todos los días escribiendo relatos no convencionales. Era el único chico del pueblo que escribía relatos sobre la guerra entre dragones y humanos, y como su padre colaboraba exterminándolos.

Arturo era un joven pacato, sincero, comedido, inteligente y artero, todo lo contrario a su padre. Que era un hombre ciclotímico, rábido, venático y zafio como ningún otro hombre se haya conocido antes. Lo que a él le había dolido mucho, fue la pérdida de su madre, cuando tan solo tenía 3 años, ella era lo único que le quedaba, ya que su padre pasaba todo el día luchando y, cuando no, bebiendo cerveza con sus amigos. Arturo era hijo único y no tenía muchos amigos en la escuela, debido a su inteligencia que estaba por encima de la media.

Él todos los días volvía de la escuela y lo primero que hacía era hacer los deberes de la casa, su tarea y después se dedicaba a escribir. Pero como no era del agrado de su padre que escribiera historias a favor de los dragones, cuando escuchaba que la puerta se habría, se hacía el dormido. No le agradaba su padre, sabía que tenía mal temperamento y que si lo descubría escribiendo esas historias de guerras entre humanos y dragones, le pegaría… Siempre había tenido muchas discusiones con su progenitor, donde decía que él tenía que ser un guerrero. Pero Arturo nunca quiso escuchar, él pensaba que el dragón era un animal venusto, y no hacía daño. Y ahí era donde su padre le pegaba, mientras le gritaba:

- ¡Eres una bazofia, fútil, bueno para nada!- Arturo trémulo, dolorido y zurumbático por los gritos de su padre, se fue hacia su cuarto sin decir nada, se encerró y supino, se durmió.

A la mañana siguiente, todo seguía como antes, él iba a la escuela y su padre a luchar. Pero esta vez en vez de regresar a su casa, decidió ir a caminar al bosque. Lo que él no sabía, era que con lo que se iba a encontrar lo dejaría estupefacto. Cuanto más caminaba más se acercaba a lo inesperado, pero de repente empezó a oír pasos que lo seguían. Pero el impertérrito Arturo, siguió caminando. Miró hacia el cielo para ver si era demasiado tarde, pero cuando vio el color turquí del cielo, no se preocupó, y siguió su rumbo.

De repente sintió algo que lo sujetaba por la espalda, pero cuando se dio cuenta, estaba volando. Esta vez sí un poco zozobroso, miró hacia arriba y vio algo zoomorfo, muy parecido a un dragón. Pero el jabato de Arturo, no gritó, no dijo ni una sola palabra. Cerró los ojos, y comenzó a rezar. Cuando los abrió se encontró encima de una piedra, pero no era una piedra cualquiera, era una ebúrnea. El paisaje alrededor era hermoso pero ignoto y frente a sus ojos no podía creer lo que veía, se encontraba un dragón. Arturo no tenía miedo porque sabía que era un animal inocuo, pero había algo en aquel dragón, algo que le llamaba la atención. Pero no sabía bien si era su macilento cuerpo, o el azulado de sus ojos. No se le ocurría qué hacer en ese momento, se encontraba absorto, inusitado.

Lo primero que le vino a la mente fue tocarlo, pero desconocía la reacción de esa especie de animales, solamente sabía algunas de sus características por los cuentos que leía mientras su padre no se encontraba en casa. Pero justo antes de tocarlo escuchó un sonido, pero no un sonido cualquiera, era como un llamado. Vio que el dragón comenzó a levantar vuelo, mientras este lo hacía una manada de dragones volaban por el cielo… Había varios, de todos los colores que una pueda imaginar. Aunque vio que en el centro se encontraba un dragón muy particular, de color negro azabache. Sabía por lo que había leído en los libros que ese era el más longevo, pero el más fuerte de todos. Se preguntó si los volvería a ver, mientras se alejaban volando en forma concomitante. Decidió que ya era tiempo de regresar a casa, seguro que su padre estaría muy preocupado, ya que estaba anocheciendo. Sabía que si llegaba tarde a casa lo iban a regañar y a castigar, con unas cuantas palizas. Arturo caminaba velozmente, con mucho apuro. No quería que anocheciera, porque sabía que se iba a perderse. Él pensaba en lo cuan preocupado se encontraría su padre.

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Mientras tanto en su casa, su padre se encontraba lisonjero, mirando la televisión. Todavía no se había dado cuenta de la ausencia de su hijo. Arturo entró a su casa timorato, en silencio sin hacer ruido, pero justo en ese momento fue cuando su padre se levantó y lo vio. Inmediatamente le preguntó dónde había estado todo ese tiempo:

- ¿Dónde has estado Arturo?

- Fui a dar un paseo por el bosque, padre.

- ¿Y a usted le parece hora de volver a casa?! No se da cuenta que es de noche? ¿Qué le he dicho de volver a estas horas?

- Lo siento padre, prometo que no volverá a suceder.

- Y que ha estado haciendo a estas horas allí solo, o a caso fue con alguien?

- No padre fui solo, pero allá… me encontré con algo.

- ¿Qué cosa?- Arturo no había decidido todavía si debía contarle a su padre lo sucedido en el bosque. Pero enseguida respondió.

- Pues me he encontrado con un dragón, pero no se preocupe que no me ha pasado nada.

- ¿Qué te encontraste, con qué? ¿Yo he escuchado bien? ¿Un dragón? ¡Por Dios Arturo, es usted un abyecto mentiroso!

- Padre le estoy diciendo la verdad… ¿Por qué no me cree?

- ¡Mire Arturo me cansé de escucharlo hablar burradas, vaya a su cuarto a dormir!- Arturo sin decir nada, tal como lo hacía siempre, se fue a su cuarto y se encerró. Por dentro él pensaba que su padre era un hombre extorsivo y bellaco.

Al día siguiente Arturo concurrió a la escuela como lo hacía todos los días, pero esta vez, se va a encontrar con algo diferente, un compañero nuevo. Este niño era un gringo, de los países del norte. Él sabía que no tenía amigos y aprovechó la ocasión para hacerse de uno. El muchachito se llamaba Pedro, parecía halagüeño, aunque un poco modorro y basto. Su vestimenta siempre estaba abigarrada. Los chicos decían que era un poltrón porque nunca hacía las tareas. Pero a Arturo no le importaba eso, a él lo que le llamaba la atención era que compartían una misma pasión, a los dos les gustaban los dragones. Esto fue una gran sorpresa para él ya que todos sus compañeros pensaban que él estaba loco.

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Cuando Arturo regresó a su casa vio que su padre se encontraba allí, sentado en el sofá durmiendo, con un vaso de malta fría a su lado. Para no molestarlo decidió no contarle lo del compañero nuevo. Más tarde llegó la hora de cenar. Esa noche había carne con papas a las brasas. Mientras comían Arturo comenzó a decirle a su padre lo sápida que estaba la cena. Todo iba bien hasta que a Arturo se le ocurrió hacerle un cuestionario a su padre sobre su trabajo.

- Padre, le quiero hacer unas preguntas...

- Sí, dígame.

- Bueno es sobre su trabajo, ¿Por qué hay que matar a los dragones? No entiendo, es un animal como cualquier otro y en mi opinión, hay que protegerlos, porque seguramente en algún momento se van a extinguir.

- Mire Arturo, ya hemos hablado muchas veces sobre este tema y le he dicho que esos bichos no son muy agradables que digamos.

- Bueno eso es lo que usted piensa porque nunca ha estado al lado de uno, nunca lo ha tocado, nunca ha sentido su aliento, es un sentimiento maravilloso. Padre tiene que abrir los ojos, ¿No entiende que lo que está haciendo está mal?

- Bueno… digamos que así fue como me educó mi padre, y fue lo que hice toda mi vida, siempre me dediqué a esto. Lo que pasa es que usted no entiende.

- Sí entiendo padre, lo que pasa es usted es un tocho, no sabe nada sobre ellos, ¡ojalá algún día se diera cuenta en verdad como son!

Así sin decir nada más Arturo se levantó de la mesa y se dirigió directo al cuarto, como hacia siempre. En su cuarto mientras tanto, pensaba porque le tiene que pasar esto a él. No entendía lo que su padre no entendía, era extraño. Lo único que quería él era mostrarle la realidad a su padre y demostrarle que no todo lo que decía era cierto. Su progenitor en cambio seguía sentado en la mesa, pensando en lo que su hijo le acababa de decir. La expresión de su rostro era mustia, no podía creer que esas palabras tan fuertes hubieran salido de su propio hijo. Ahí fue cuando se dio cuenta de la babieca que había sido. Por eso tomó la decisión de hablar con su hijo.

Al día siguiente cuando Arturo amaneció, quedó enajenado, con el desayuno que su padre le había preparado con muchísimo cariño y aprecio. Igual él sabía que todo esto era, para pedirle una disculpa por lo de la noche anterior. Arturo seguía sosteniendo que su padre era un chabacano.

Mientras Arturo comía su delicioso desayuno, su padre se acercó a él y se sentó en una silla. Él sabía que iban a tener una de sus conversaciones habituales, de todos los días.

- Arturo quiero que me lleve al bosque. Quiero ver a los dragones.

- ¿Para qué? ¿Para asesinarlo?

- No, nada más quiero verlos, quiero sentir lo mismo que usted cuando se acerca a ellos.

- Bueno si es para ello sí. Pero con una única condición…

- ¿Cuál?

- Que te arrodilles frente al macho alfa, como señal de paz y prometerme que buscará otro trabajo, y le dirá a los otros guerreros que los dragones, no son como ellos piensan.

- Bueno prometeré hacerlo si en verdad siento esas mismas sensaciones que usted.

- Entonces vayamos para allá, espero que lleve alguna armadura o algo, no se sabe con lo que se puede encontrar en el bosque.

Y así fue, que emprendieron su larga caminata hacia el bosque en busca de los dragones. Cuando llegaron allí procuraron tener muchísimo cuidado por donde caminaban y mirar hacia el cielo, para ver si veían a algún dragón.

Fue cuando entonces escucharon ese sonido, que Arturo había escuchado la primera vez que vino al bosque, miraron hacia arriba. Los dragones se encontraban allí volando, los siguieron con la vista. Hasta que en un momento se dieron cuenta que paraban sobre rocas, y quedaron observando el paisaje. Poco a poco se iban acercando.

Ahí fue donde los dragones escucharon los pasos de Arturo y su padre y se asustaron y comenzaron a lanzar fuego de su boca. El color era de un bordó mezclado con amarillo y naranja, era extraño. Nunca antes en su vida le había pasado esto. Los dragones reconocían a los humanos como seres temibles, sabían que los matarían. Todo terminó cuando el gran dragón negro habló.

- ¿Qué es lo que sucede aquí?- Arturo y su padre no podían creer lo que estaban escuchando, no dijeron nada.

- ¿Con que son humanos, eh?- dijo el dragón- ¿A qué han venido?-Esta vez Arturo fue quien habló.

- Hemos venido aquí con mi padre en son de paz- se ríen, todos los dragones.

- ¿Y cómo me aseguro yo de que ustedes no son unos tramoyeros, y que no intentaran matarnos?

- Porque esta espada que lleva colgando mi padre, nada más la utilizamos por seguridad. No queremos hacerles daño, queremos que los hombres y los dragones puedan convivir en paz.

Ahí fue cuando su padre se acercó con su espada, en la mano hacia el dragón negro, y arrodillándose, como le había prometido a su hijo, apoyó la punta de la espada en el suelo, el signo de paz, en representación de todos los guerreros. Fue ahí donde el dragón se dio cuento de que lo que decían era verdad, por esa razón alzó su extremidad derecha, y la apoyó en el hombro del humano, en signo de que estaba perdonado.

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Al llegar a casa, el padre tuvo la necesidad de hablar con su hijo y pedirle disculpas por todo lo sucedido.

- Hijo, quiero agradecerle, por todo lo que ha hecho- Arturo no contestó, su padre siguió hablando.

- He sido un grandullón, pensando que sabía todo, cuando en realidad no sabía nada. Soy un bobalicón. Por eso vengo a pedirle disculpas y a agradecerle, por todo lo que ha hecho por mí. Me ha abierto los ojos de una manera que nadie pudo hacer antes, me hizo ver la realidad. Y quiero pedirle disculpas por todo lo que le he hecho y dicho durante todos estos años.

- Yo sé que no lo ha hecho con mala intención. Usted solo quería cuidarme, protegerme y enseñarme. Pero lo que no te ibas a esperar, era que un niño, pudiera comprender la realidad de las cosas más, que un adulto como usted.

Su padre no supo que responder, a esas semejantes palabras.

- Tiene razón y por eso me disculpo, eres un sabio Arturo. Vas a llegar lejos, hijo mío.

El padre lo abrazó. Pero Arturo no le devolvió el abrazo, porque sabía que sus palabras eran superfluas, que lo que había hecho durante todos estos años era irremisible.

Y aquí es donde termina esta historia, la historia de un niño, que cambió la forma de ver la vida a su padre y logró la paz entre el hombre y los dragones mediando entre ambos.

FIN


4 comentarios:

La historia en sí misma me parece interesante aunque con una trama repetida y confusa, ya que hay muchísimas historias que tienen que ver con los dragones.
Desde el punto de vista del vocabulario, pienso que es muy variado, esto ayuda a captar la atención del lector. Por ejemplo, palabras como sápida, que significa que tiene sabor o fútil, que quiere decir que tiene poca importancia.
En fin, la historia es atrapanta y al mismo tiempo rápida de leer.
Santiago Taboada

 

Si bien se lee facil, y se logra comprender lo que intenta transmitir sin conocer todas las palabras utilizadas, es un tipo de historia que, personalmente, no me interesa mucho. El tema utilizado en muchas peliculas e historias muy conocidas me resulta no solo repetitivo, sino que un poco aburrido.
Reconozco que aunque no se lo que mas me gusta leer, no me resulto tan densa como pense que me resultaria al ver las fotos de dragones y caballeros.
Candelaria Somoano

 

Se puede decir que esta historia es fácil de leer, que como dijeron mis compañeros anteriormente, tiene un muy buen vocabulario y al mismo tiempo variado, que es fácil de entender ya sea porque conocemos su significado o por su contexto. La trama de la historia es común ya que en muchos cuentos se da que el padre es malo con el hijo por diferencias ideológicas, en este caso, lo del final es original porque no todos las historias de este tipo terminan debuena manera.
Delfina y Tomás

 

La historia es interesante y la trama causa que sea fácil la lectura. El vocabulario utilizado tiene algunas palabras a las que no estamos acostumbrados, pero mayoritariamente el texto el legible. Con respecto a este tipo de historias, mi opinion, es que la mayoria son parecidas y se diferencian en pequeños detalles. Las imágenes dan y el título dan un alusión de lo que se va a tratar.

 

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